viernes, 30 de marzo de 2012

El problema de creernos (todavía) orgullosos quijotes

Con frecuencia los españoles presumimos de carácter patrio: “Somos unos quijotes”, afirmamos con falso pesar y secreto orgullo. Porque nos dejamos llevar por ideales. Porque somos capaces de dejarnos la vida en defensa de los valores más elevados: libertad, independencia, solidaridad…
Hum, hum, hum. Dejemos por un momento a un lado las calidades literarias de la obra de Cervantes, y repasemos los logros de Alonso Quijano:
- Se creyó unos ideales que nunca habían sido reales. Los adoptó como propios cuando sólo eran invenciones de los creadores de best-sellers del 1600, auténtica comida basura para el alma.
- Arrastrado por tales “ideales”, engatusó y casi llevó a la ruina a un pobre proletario llamado Sancho Panza, al que llego a hacer creer que podría ser gobernador.
- Alegre y lleno de orgullo realizó un atentado contra una instalación fabril de importancia fundamental en La Mancha del siglo XVII como era un molino de viento. Atentado felizmente sin consecuencias.
- Creyó que una pobre campesina ignorante (antecedente honorable de las tristes chonis actuales) se iba a convertir en una celebridad digna de la prensa del corazón. Y casi la convence.
- Fue objeto de escarnio por parte de gentes crueles pero llenas de realismo que no tuvieron piedad con su estulticia.
- Malgastó toda su no muy grande fortuna, arruinó su nombre y su hacienda, y sólo al final de sus días, vencido por la enfermedad y la vergüenza, se reconcilió con la realidad.

Y…   seguimos orgullosos de cometer los mismos pecados que Alonso Quijano, pero multiplicados por mil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario